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Los “problemáticos” del Distrito.

Crónica de jóvenes que guerrean la vida entre sus sueños, el conflicto y la droga en el Distrito de Aguablanca

…No somos millonarios, somos diferentes

Somos alegres, somos diferentes

No somos malos, somos diferentes 

somos Pacífico, somos diferentes

Salimos a voltear desde las 7 de la mañana

Saludo a mis vecinos, también saludo a mis panas

Los chamacos de mi barrio, no fuman marihuana

Todos tienen Nacho lee, pa’ ser alguien mañana…

                                                                               Junior Jein.

La gente del Distrito se mueve en jeepeto

Escuchaba el Mello sentado en la ruta 3A del Jeepeto, mientras se zarandeaba de lado a lado, en cada frenada. La radio a full, el conductor acelerado, unos se suben otros se bajan, los muchachos se cuelgan de las barandas… El ambiente estaba revuelto, alguien grita ¡señor me deja en próxima cuadra! Mientras se escuchan comentarios de algunos pasajeros: “Junior Jein no se merecía una muerte así” Un cantante como el caballo noooo! ¿Cómo lo van a matar? Al Mello le retumbaban esos lamentos en la cabeza, algo le recordaba que le sabía a mierda la vida que llevaba…

- ¡Córrase joven, haga el favor! Le dijo una señora que quería subirse al jeepeto con una niña de la mano

Esas palabras lo trajeron a la realidad. Mello extendió su mano para ayudar a la niña a subirse al carro. ¡Otro freenazo! Se zarandeó de lado a lado…

- ¡Amigo amigo! Gritaba una jovencita, cabello rizado, piel oscura, blusa morada, lycra negra larga, chanclas azules…. Ay amigo me lleva en 800, ayyy amigo haga el favor. 

- Noooo mami el pasaje subió, también quieren que los lleven gratis, contestó el conductor

 - ¡Ay amigo lléveme! Insistió la joven

- ¡Amigo hale el favor, llévela! Dijo el Mello, la pelada no tiene el pasaje completo. 

- Hágale mami súbase, pero me hace compañía acá adelante

 

La joven se agarró de atrás …. ¡Acá atrás no más vecino, gracias!

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Eran la 9 de la mañana, Mello iba camino hacia una obra de construcción, era un nuevo centro comercial que estaban construyendo justo hacia el sur. Su tío le había dicho que fuera y preguntara por don Carlos el oficial de construcción que se encargaba de tirar bases. Él estaba necesitando pelados que trabajaran por 25 mil el día entero, no le pedían seguro ARL, ni EPS y lo dejaban ese mismo día trabajado. Lo único que debía llevar era herramienta, si tenía, y su almuerzo. Allá no le daban comida y la del restaurante costaba $9.000 pesos. Mello llevaba un palustre y una llana en un maletín viejo al que ya no le cerraba bien la cremallera. En una coca empacó un arroz con huevo que su mamá le había cocinado y una botella de agua cristal llena de aguapanela. Con eso se defendía, no había nada más en su casa.

Las malas noticias llegan en cualquier momento

De repente se subió un amigo suyo al jeep, era Estiven, al que le decían El Pri en el barrio, ellos eran como hermanos. Cuando el Mello llegó del Puerto al Distrito en el 2014, tenía 12 años, él tenía 16, habían pasado 7 años. El Pri era uno de sus parceros. Había sido el que siempre le había cuidado la espalda y nunca se había torcido con él. Por más problemas que les hubiera tocado enfrentar en el barrio o en la zona, su amistad era una hermandad.

- ¡Hablámelo ñaño! Saludó el Mello a Estiven, mientras este se sentaba en el jeepeto justo enfrente de él, 

- Todo bien Priiii, ¿manito como jue qué?, preguntó Estiven 

- Vo’ jabeeee, suaveee manito, respondió el Mello

- ¿Cómo la vio, acostaron al Caballo?, pregunto Estiven con ganas de conversar

- Manito, durooo, ¿No respetar ni un cantante? El hombre lo dio todo por el arte, por la música y la gente… era un man muy sencillo, nunca era crecido con la gente que lo vio salir adelante, responde el Mello con su rostro decaído

 

- Vos te acordás el año pasado, cuando mataron los chamaquitos de Llano verde, ahí en el cañaduzal. El caballo llegó y lloró parce, enfrente de todos, nos dio el apoyo en el paro que tuvimos. Esa lucha fue duuura y el caballo estuvo aquí… En el Distrito, con el pueblo, cuando los tombos nos dieron durooo a los que salimos a la protesta parce, eso es muy valioso, eso no se cambia por nada. Leal como el solo. Así recordaba Estiven los momentos duros que habían vivido en su barrio 

 

- Así fue manito, usted sabe que acá siempre nos han perseguido, nos ven como una basura, como los viciosos, ladrones, problemáticos de Cali, como si no sirviéramos para nada. Aquí no hay estudio, ni trabajo, también los pelaitos se tiran al vicio… Mientras Mello decía esas palabras se dio cuenta que se estaba pasando del lugar donde tenía que bajarse

 

- Eyyy panita déjame por aquí, nos vemos manito, se despidió de afán de Estiven mientras se tiraba del Jeepeto, mirando por donde era la entrada.

Camellando duro en la rusa

El Mello llegó a la obra, busco al tal Carlos. Se dirigió a él y lo saludó. Don Carlos le preguntó que si él sabía hacer bien el trabajo, que no se fuera poner a fumar bareto allí, ni a dormir, porque no lo volvían a recibir más; sobre el pago, le dijo que el día se les pagaba a $25.000 y si el patrón no mandaba la plata a tiempo, se les daba al otro día.  Le mostró lo que debía hacer, cargar varillas, ayudar a pasar mezcla, ladrillos, lo que se necesite pelao. 

El día se le hizo eterno, la media hora de almuerzo le devolvió fuerzas, camelló duro, se acomidió a colaborar en lo que más pudo… Conversó con los otros pelados, la mayoría eran del Distrito, otros venían de Siloé y algunos del barrio Jordán, arriba de Meléndez, todos venían de barrios bajos y sabían cómo era camellar en la rusa.

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Cuidado en el barrio…

Cayendo la tarde volvió a la casa, se bajó en una esquina llegando al barrio Decepaz, con lo que tenía en el bolsillo compró unos panes para la casa. Siguió caminando y reparando las calles, saludando a los conocidos que se encontraba por ahí. A lo lejos vio a Candelo, un niño de 9 años, vecino de su casa, él lo quería mucho porque jugaba fútbol con un talento que pocos tenían en el barrio, El Mello siempre lo aconsejaba, le decía que siguiera luchando, que no dejará de jugar, le ponía de ejemplo su propia vida, él quería ser futbolista, pero no encontró quien lo patrocinara, se le pasó la edad y ya no lo querían en ningún equipo.  

- Candelo! Candelo!  Vení Gritaba el Mello llamando a Candelo

- ¿Qué más Mello, cómo fue? Respondió Candelo, mientras venía corriendo

- ¿Qué hacés ahí, vos qué hacés ahí? ¿Vos no sabes en lo que anda don Chepe? vos sabés que vende vicio, por qué tenés que pararte en esa esquina. Ya te he dicho mil veces que no te metás en problemas. Regañó el Mello a Candelo, mientras lo agarraba del brazo.

- Pero don Chepe me llamó… me dijo que si le llevaba un paquetico al Piru que estaba allá en la esquina del hueco, me daba 2000 pesos. Respondió Candelo asustado

- ¿Vos sos loco? ¿Qué es lo que tenés en la cabeza? es que me provoca darte tu calvazo. Le dijo el Mello, enojado

- ¡Le voy a decir a don Chepe, que te vuelva a llamar! Vos no sabés que los del hueco no pueden pasar pa’ acá y nosotros tampoco podemos pasar pa’ allá. A como te vean allá te van pelando Candelo… ¡camina pa tu casa, camina! Le decía el Mello mientras caminaban y se llevaba a Candelo para la casa

Candelo tocó la puerta de su casa, su madre estaba recostada con dolor de cabeza, había trabajado todo el día, vendiendo fruta picada en frente del hospital. 

- ¿Quién es? ¡Ya voy! Gritó su madre desde la pieza del fondo

- ¡Soy yo mamá! Respondió el Mello, mientras abría la reja de la casa

- Ay mijo gracias Dios que llegó, ya me tenía preocupada, se lamentó su madre

 

- Noooo mamá, vea aquí traigo a Candelo, en la casa de él no hay nadie. Lo encontré allá parado en frente de la casa de don Chepe. Dizque le iba a dar $2.000 por hacerle un mandado al hueco. Don Chepe dice que vende helados, pero todo el mundo sabe qué es lo que vende

- Ay mijo no haga eso, mire que su mamá pasa mucho trabajo para darle estudio, usted sabe que, si se mete allá, en algún momento le puede pasar algo. Es por su bien que se lo digo. Lo aconsejaba doña Olga la mama del Mello.

Mientras hablaban y servían la comida, tocaron la puerta, era Maicol. El pelado de la otra cuadra, preguntando por el Mello.

- ¡Mello! ¡Mello! Gritó Maicol

- ¿Cómo fue manito, como va todo? Respondió Mello

- Aquí mi ñaño, vamos a fristaliar un rato, allá están los pelados. Vamos darle un rato a la batalla, vos sabes que nos relajamos, le hablaba Maicol emocionado a Mello

- Manito no le he pegado a la cuchara, dejáme como y paso un rato, respondió animado el Mello.

- Allá te esperamos, pasá un rato, dijo Maicol mientras se iba y Mello cerraba la puerta

Doña Olga escuchó la conversación entre su hijo y su amigo…

Las cuchas son las que más sufren…

¿Hijo como así que va a salir? ¡usted sabe cómo está el barrio de caliente! Si usted me tiene un poquito de consideración pare en su casa… ¡cuando uno menos piensa se forma la balacera! ¡Ya no resisto otro golpe más! No hace sino tres meses que su hermano lo mataron, y yo no descanso ni de día ni de noche… ¡No quiero que nada me le pase a usted! Doña Olga lloraba pidiéndole a su hijo que se mantuviera en la casa. Al Mello se le quitó el hambre, tranquilizó a su madre, diciéndole que la muerte de su hermano no se quedaba así, se encerró en el cuarto y se recostó en la cama. Mañana sería otro día…

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